Corta, verdugo, su cabeza. Corta
sus pies, y entrega a los crinados vientos,
en cenizas, los nobles elementos
que contempló la multitud, absorta.
Su boca fiel que la verdad aporta
rompe: callen sus mágicos acentos;
y esas manos, heraldo de portentos,
no tracen más el signo que conforta.
Muerte... silencio... destrucción... olvido
borren su ser, como la mar en calma
cubre sin fin el barco sumergido...
Tú respondiste con tu hendida palma,
sobre un eterno pedestal erguido:
"¡El alma es inmortal: Yo soy el alma!"
sus pies, y entrega a los crinados vientos,
en cenizas, los nobles elementos
que contempló la multitud, absorta.
Su boca fiel que la verdad aporta
rompe: callen sus mágicos acentos;
y esas manos, heraldo de portentos,
no tracen más el signo que conforta.
Muerte... silencio... destrucción... olvido
borren su ser, como la mar en calma
cubre sin fin el barco sumergido...
Tú respondiste con tu hendida palma,
sobre un eterno pedestal erguido:
"¡El alma es inmortal: Yo soy el alma!"
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