La flaca Sofía
¡qué frío tenía!
encendió un gran fuego para calentarse.
La gorda Mariana
abrió la ventana,
muerta de calor, para refrescarse.
Una abre la boca:
"Pero... ¿está usted loca,
Doña Mariana?
¡Cierre esa ventana
que me estoy helando
y tiritando!"
"¡Ay! -la otra suspira-.
¡Si abrasa el calor!
¡Sólo así se respira
mejor!"
la flaca Sofía,
la gorda Mariana
en esta porfía
pasan la mañana
y nunca se cansan ni se cansarán.
La una junto al fuego, la otra a la ventana,
Sofía...
y Mariana...
todavía...
están.
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