Qué bien están bajo la lluvia
mi alma y tu recuerdo,
cómo repican sobre las tejas
sílabas que sólo los dos conocimos.
Canciones que nos cruzaban
los sentidos
e iban de los oídos hasta los labios
para convertir la lluvia en besos.
Era maravilloso estar juntos
escuchando los azotes del agua,
la insistencia del viento,
hasta cuando el pavor de los relámpagos
nos precipitaba en el refugio
del abrazo.
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