alza los brazos con su copa llena
para dar de beber al mediodía.
Sus hilos tan delgados no la dejan
copiar la esposa, ni el brocal, ni el cielo,
que al borde de sus luces se recrean.
Dan normas: al turpial su claro acento,
su esplendor sin escamas, a los peces,
y a la palmera, su ojival diseño.
Súbito haz que entre mi claustro crece
con sus gajos de lluvia sobre el patio
y pone en fuga de palomas breves
las manos que amaestran los geranios.
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