El gualda, el blanco, el rojo, de estas flores
se niega el ojo a ver, pero adivino
jardines en el tacto y los sabores.
De súbito enceguezco y como un vino
sin cáliz llevo el mundo hasta mi boca.
¡Embriaguez de apurar oscuro sino!
Un instante fugaz, la nada toca
mi ser con su cuchillo de fiereza,
mas su condena, lúcida, revoca.
Ya no el dolor traspasa mi cabeza
que hendió sutil, igual que el pensamiento.
Sólo chispas de luz y la certeza
de que aún no ha llegado mi momento.
0 comentarios:
Publicar un comentario