Yo hice con Adela negocios diversos:´
Por besar sus manos le daba mis versos;
cambié por un beso la flor de mi ojal.
Mas el mejor cambio fue una primavera,
en que por un rizo de su cabellera
la di cuatro estrofas, si no cuento mal.
Pero una hora negra de una tarde ingrata,
su señora madre sorprendió la trata
y al ver que la daba yo una octava real
por besar seis veces sus manos de plata,
que no se podía vender tan barata,
clamó, y que una estrofa no es buen capital.
¿Pero qué quería la buena señora,
tan entrometida e interrogadora?
¿Que si yo tenía bienes de fortuna,
inmuebles o muebles, rentas o dinero?
- ¿Bienes? Sí; dinero; pero mi banquero...
Pero mi banquero se hallaba en la luna.
La vida es difícil. Oh quién lo pensará
qué a aquella muchacha vendiesen tan cara
si está hecha de rosa, jazmín y ámbar.
Poder y dinero nieguen al poeta;
mas que le concedan la suave violeta
y el río y el viento y el bosque y el mar.
Es el soberano de las bellas cosas;
si también le niegan las bocas de rosas
mejor que se marche para otro lugar.
¿Por qué un buen amigo no me da una escala,
¡oh Adela!, o tu madre no te me regala
antes de que alguno te pueda comprar?
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