¡Yo no merezco este luto,
ni esta llaga en el costado,
ni esta afrenta, ni estos inris,
ni este cíngulo de esparto!
-¡Calla: llenaré tu alcoba
de un sueño deshabitado,
de un sueño sin iniciales
y con miradores altos,
sueño de pecho exprimido
y corazones cortados!
-¡Mi pena de limón honda
y de romero quemado,
no hay sueño que la amortaje
ni que la vista de blanco!
-¡Calla: pondré en tu almohada
heliotropos y geranios
para amordazar tus ayes
y tus gritos desangrados!
-Pero y mis ojos, mis ojos,
que nadie podrá cerrarlos,
abiertos a un horizonte
de pedernales y clavos!
¿Con qué pañuelo me seco
el vinagre de mi llanto?
-Yo aplicaré a tus heridas
para cerrarlas, el bálsamo
que arde en las lámparas altas
de los luceros sonámbulos.
-¿Y mis manos florecidas
como dos varas de nardos
que ardidas de tacto y fiebre
en sarmientos se han trocado?
¿En qué arroyo de agua clara
calmo el ardor de mis manos?
-Yo daré a tus arenales
rocío y agua de mayo
y floreceré tus zarzas
de toronjiles lunados.
-¿Y esta candela que abrasa
mi corazón desbocado,
cruz de ceniza en mi frente
pecado de mis pecados?
-Yo te daré penitencias
de nube, brisa y de pájaro,
y disciplinas de estrellas
para azotarte los flancos.
-¿Y el miedo que en mi cabeza
rueda y rueda y va rodando;
y mi río y mis alondras,
y mi montaña y mi llano,
y mi rosal y mi espejo,
y mi silencio y mi canto
que está latiendo en mis sienes
como pulsos de caballo?
-Yo te cantaré una nana
de violetas y naranjos,
nana de barcos azules
y marineros ahogados.
¡Mi sueño no puede ser
más que de espina y de llanto,
con despertar de agonía
para volver a soñarlo!
Se fue vencida la noche...
El día vino cantando
y su flauta de agua y brisa
tañó lirio y tañó salmo...
Sobre la mañana abierta,
la voz, seguía llorando...
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