Cuando el sol ha se ha puesto y cae la tarde,
cuando la hora de cenar se acerca,
nada me gusta tanto como ir
hasta el prado que alfombra verde hierba.
Llevo un jarro vacío entre mis manos
para llenarlo allí con la tibieza
de la leche que pródiga me ofrece,
la mansa vaca, la vaquita buena.
¿Es la vaca mi amiga? -me pregunto,
mientras sus grandes ojos me contemplan,
con su mirada triste, que parece
cual si quisiera hablar... y no pudiera.
¡Qué rica está la lecha blanca y tibia,
que me regala la vaquita buena!
Mas, ¿qué quiere decirme esa mirada,
cual si quisiera hablar... y no supiera?
0 comentarios:
Publicar un comentario