Quieren, tras el baño,
que me seque bien
la cara, los brazos,
las piernas también.
Narices y orejas,
pies, manos, también.
¡Veinte dedos, veinte,
he de secar bien!
En cambio, mi perro,
del baño al salir,
se sacude... ¡y ya
no hay más que pedir!
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