Llueve, y el duendecillo no se quiere mojar.
Debajo de una seta se intenta cobijar.
Debajo de la seta encuentra a un dormilón.
Debajo de la seta dormía un gran lirón.
Dice el duende asustado: "¡Mala suerte la mía!..."
(Pues, en aquel momento, a cántaros llovía...)
Mojada el duendecillo tiene toda la ropa,
calada y empapada lo mismo que una sopa.
Mas la seta del suelo arranca, de un tirón,
y se escapa, volando, mientras duerme el lirón.
A su casa, en un vuelo, llega seco y risueño
en tanto el dormilón despierta de su sueño:
"¿Cómo dormiré ahora, si me azotan las aguas?...
(Dícese que ésta fue la invención del paraguas.)"
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