¡Ojos indefinibles, ojos grandes,
como el cielo y el mar hondos y puros;
ojos, como las selvas de los Andes,
misteriosos, fantásticos y oscuros!
¡Ojos en cuyas místicas ojeras
se ve el rastro de incógnitos pesares,
cual se ve en la aridez de las riberas
la huella de las ondas de los mares!
¡Miradme con amor eternamente,
ojos de melancólicas pupilas;
ojos que semejáis, bajo su frente,
pozos de aguas profundas y tranquilas!
¡Miradme con amor, ojos divinos,
que adornáis como soles tu cabeza,
y encima de los labios purpurinos
parecéis dos abismos de tristeza!
¡Miradme con amor, fúlgidos ojos;
y cuando muera yo, que os amo tanto,
verted sobre mis lívidos despojos
el dulce manantial de vuestro llanto!
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